Para el Mundial de Francia de 1998 Javier Clemente preparaba una versión mejorada de la selección española. Sin perder su identidad de fuerza y físico, pero con perfiles más creativos como los que aportaban Raúl, Morientes o Etxeberría. Que España podía llegar lejos en el mundial era algo que nadie ponía en duda y puede que por eso la eliminación en primera ronda desató con más fuerza la polémica. Un Clemente cuestionado por todos los lados resiste en el cargo pensando en que el verano y una nueva fase de clasificación harán más sencillo olvidar. Pero tras las vacaciones esperaba Chipre, un modesto equipo amateur entrenado por un policía y capitaneado por un trabajador de la banca.